El pos del 31 de octubre
Ni hablar.
Por lo pronto yo entrevisté a una banda queretana bastante chidita: Shangri-Lá. Espero que este puente salga ya publicada. No he podido editarla porque aparte de que he tenido exámenes, trabajos pedorros y que mi equipo de fifa va que vuela para quedarse fuera de la champions league, me ha dado algo de hueva. Voy a tratar de entrevistar a bandas y a gente chida cada que me den ganas. O algo.
Pero "es día de muertos; el halloween, chato!", pensé después de ver a un grupo de niños corriendo alegremente con paletas y chicles y papitas en la boca. Uno iba disfrazado de momia, con las vendas todavía manchadas de alguna pomada milagrosa para los golpes, las torceduras y de paso para el acné en la cara.
Me acordé de aquella vez en la que fui a pedir dulces con mi vecinillo, que iba ridiculísimo con un disfraz de diablito. Se lo puso su mamá. Antes de que nos fuéramos le tomó fotos delante de todas sus amigas que decían "Es el diablo más tiernecito que he visto, pero tu eres un diablo malo, verdad?" y él se moría de la vergüenza. Yo iba de power ranger pero chafísima: tenía una máscara de plástico duro, era como un tupper rojo con hoyitos para la boca y los ojos, una tía me la compró una vez que la acompañé al mercado.
"Queremos calaverita (putass)!!", y después salían las señoras de sus casas clasemedieras, veían a mi vecino, hacían un comentario de lo tierno que se veía, le daban unas paletas y luego me veían a mí, con mi plato para cereal en la cara, amarrado con un resorte que parecía de calzón, hacían una cara como de "Chaaaa" y me daban como el doble de paletas que a mi cuate.
Al principio pensaba: "Nomás que llegue a mi casa voy a tirar esta pinche máscara horrible a la basura" pero a la hora de comparar el motín de mazapanes, churritos, paletas y monedas, pensé: "Jo jo, sí que te ves tierno con tu traje de diablito, MARICAA".
Como 4 años después salimos en bola a pedir dulces, no me acuerdo cuántos ni quiénes éramos, solo recuerdo que íbamos en bola. Era todavía temprano y ya teníamos una buena cantidad de dulces en nuestras calaveritas. Habíamos quedado de ir cada quien por dinero a su casa para ir a cenar unos buenos tacazos y luego seguir pidiendo, cuando un carro en el que viajaban 4 adolescentes se detuvo en donde estábamos y nos preguntaron: ¿Quieren su calaverita?
"Ps a huevo!", contestamos nosotros. Y al acercarme al auto con una sonrisota y mis manos en posición de recibir el montón de dulces, ¡MOCOS! un huevo se impactó en mi cara, otro en mi pecho y otro manchó mis tenis. Después salieron de ahí a toda velocidad y quemando llanta. Tenía ganas de matarlos.
Esa fue la última vez que salí a pedir calaverita.
Etiquetas: changos