miércoles, septiembre 24, 2008

Del tedio y descalabradas

Todo lo que tiene que ver con la facultad de ingeniería es siempre lo mismo. Desde el celular que toca esa musiquita pachanguera que puse como despertador según para empezar el día de buen humor y con la pila bien puesta (cosa que resultó ser un rotundo fracaso), hasta los 5 km de caminata que hago para regresar a mi casa, porque en el camión siempre voy parado, hay mucho tráfico y tengo que aguantar conversaciones sosas, música guapachosa y ese nauseabundo olor a maruchan.

Todas las clases son iguales; cuando levanto la cara hacia el pizarrón, esté en la clase que esté, lo único que veo son números. Los mismos números. Cuando despego de mis oídos los audífonos, escucho siempre palabras como "diferenciales", "integrales", "fórmula", "matriz" "correspondencia", "dependencia lineal", etc. Y los compañeros apuradísimos tomando nota y preguntando y comiendo churritos con salsa y cueritos. Y alguno que otro que me dice: "¿Qué lees?" y luego de leer la... ehh... ¿sinópsis? de la contraportada y de darle una rápida hojeada, me dice: "ya deja de fumar esas cosas". Y yo, después de sonreirle hipócritamente, y de retomar la lectura, le miento la madre en mi cabeza, porque dejó manchados sus dedotes con salsa valentina en todo el libro.

Cada día que escucho esa estúpida tonadita pachanguera que me despierta, me arrepiento de que haya terminado la noche, y me cuesta cada vez más dejar mi cama y bañarme y arreglarme.

Y luego está Fabiola.

Hay mucho qué escribir sobre fabiola y que no escribo. Hay mucho qué decirle y no le he dicho. Por lo pronto (por que ya me dió flojera), solo le agradezco haber tomado mi autoestima, que iba en exponencial ascenso, y bajarla , así como por sus trompas de falopio, de una patada en el culo hasta el pinche y duro suelo.

Y una vez más, a recojer los cachitos de dignidad regados por el piso, y a tratar de pegarlos con pritt, diurex, chicles y chingos de alcohol.